25.7.12

La Virgen que lloró en Granada y se la quitaron al pueblo

El 13 de mayo de 1982 la imagen de la Virgen en la basílica de San Juan de Dios de Granada lloró sangre. Era una imagen que el siglo anterior había sido encontrada ilesa en medio de los escombros tras un terremoto en la zona y tras casi un siglo la familia que la guardaba la donó a la Basílica.
Miles de personas acudieron a verla y a rogar por sus necesidades, pero casi de inmediato se hizo desaparecer la imagen; la última pista la situaba en el palacio de los Pisa (donde había muerto San Juan de Dios) imagen siguiente.

Rápidamente se hizo declaración desde el arzobispado de que no existía ningún milagro y que la causa era una falsificación humana. Luego se explicó -se ve en el video- que "los frutos de este hecho eran malos y origen de desobediencia", aunque no se ve qué de malo tiene un hecho en el que muchedumbres quieran entrar en una iglesia. Esto provocó que muchos no creyeran, como se ve igualmente en el video de abajo.
Un milagro del que no hay porqué dudar ya que son muchas las imágenes de la Virgen con lacrimación de sangre en todo el mundo, la más famosa la de Civitavechia, aprobada por Roma.
El arzobispado, a cuya cabeza estaba el obispo Méndez Alonso, hizo desaparecer la imagen. Hay que tener en cuenta que en aquel año se celebraban elecciones generales en España, que Sevilla era un centro político de donde saldría el nuevo gobierno laicista de España y que la dirección de la iglesia de España estaba inmersa en un proceso de "convivencia" con el exterior y de reforma volens-nolens en el interior. Además teólogos secularistas, como Jose María Castillo, dictaron sentencia: este hecho de la Virgen era cosa de las reminiscencias mágicas propias del sur español, en característica formulación contra la piedad popular y contra toda epifanía a cargo de los sabios y "entendidos".


El "fecundo diálogo con el mundo" del que tanto se había hablado no parecía referirse a este mundo de muchedumbres espontáneas que quiere entrar en una iglesia, que ya tenía veneración por una imagen, a la que le costó el puesto unas lágrimas de sangre. Podían haber dejado a la imagen en su sitio, que ya contaba con una tradición de piedad popular. Las lágrimas de sangre podían ser todo lo falsas que se quisiera, pero tal juicio negativo en buena ley no podía tener la consecuencia de retirar una imagen del culto público, contra la voluntad de miles de cristianos, que no veían aquí otra cosa que una sempiterna prevaricación contra las "cosas" de la Virgen. Por otro lado, un falsificador habría elegido una imagen fuera de recinto eclesiástico, de la cual él sería dueño o futuro beneficiario, ¿qué beneficio podía obtener manipulando una imagen en sitio público? Está claro, que algunos "entendidos" consideraron el hecho como de desprestigio para la iglesia ante el mundo ajeno a la piedad.
Pero el mismo día de la lacrimación, día de la Virgen de Fátima, tuvo lugar el atentado al Papa en Roma.
Un incendio posterior en el arzobispado fue considerado por muchos un signo para señalar el disgusto celeste por la inimaginable audacia contra lo que era un hermoso milagro, para dar consuelo a las gentes y sentido del sobrenatural en medio de la tormenta de neopaganismo que se abatía sobre el país.
Mostramos el video siguiente por el valor documental de sus imágenes pero no por el franco sesgo negativista, negación que se apoya en nada exactamente. Obsérvese el aire de superioridad que ponen las personas entrevistadas en la calle cuando niegan creencia en el hecho. Ellos se lo pierden.





 No se sabe el paradero de la imagen. Su propietario por herencia familiar era un profesional de la policía que la había donado a la basílica, pero al que no le gustaba nada la ornamentación que pusieron a la Virgen; poco después del hecho reclamó su posesión, incluso judicialmente. Muy posiblemente, el arzobispado se la devolvió como forma rápida de deshacerse de lo que consideraban un problema, pero no consta tal extremo y simplemente la Virgen de las lágrimas está en paradero desconocido y de seguro metida en algún oscuro desván. Esperemos que vuelva a vista de todos los que la quieren.
El incendio fue pocos meses después de la desaparición de la Virgen. Surgió en un puesto de juguetes adosado al arzobispado. Las pérdidas sufridas en los edificios histórico artísticos en la Curia y el Palacio Arzobispal -de los siglos XVI y XVII, respectivamente- fueron muy graves. Serían necesarios noventa millones de pesetas para restaurar los dos edificios. Los daños más importantes causados por el siniestro se concretan en la destrucción total de las cubiertas de madera de los dos edificios, destrucción total de la escalera principal del Palacio Arzobispal, destrucción de un 30% de la carpintería de los huecos interiores de las ventanas y graves daños en el resto, y destrucción de unos 1.000 metros cuadrados de forjado. Respecto a las obras de arte y documentos de archivo contenidos en ambos edificios, son de destacar los graves daños sufridos por cuadros de Bocanegra, Alonso Cano y Risueño, así como otros de la escuela flamenca, y la destrucción de lienzos, muebles y otras obras de categoría relativamente importante. Es reseñable asimismo el daño producido por el agua que se utilizó para le extinción del incendio en los legajos de documentos históricos contenidos en el archivo.

1 comentario:

  1. Mª Elena Santa-Ana Ferreira7:43 p. m.

    Yo, que colaboraba como médico pediatra, en el hospital de San Juan de Dios, fui testigo de tal acontecimiento en la primeras horas del día 13, pues había llegado a la 9 de la mañana y me dio la noticia una enfermera de la sala de pediatría. En aquel momento había solo algunas personas. Más aún llame a la puerta del convento (al lado de la puerta de la Basílica) y me abrió el hermano sacristán que me dijo ser el que había encontrado así la Imagen de la Virgen Dolorosa, y añadió que el pañuelo que la Virgen llevaba entre sus manos estaba empapado de sangre y lo habían recogido. Esta virgen, casi de tamaño natural, estaba cubierta por una urna de cristal y situada en una capilla lateral que estaba al entrar en la Basílica, a mano izquierda.

    Mª Elena Santa-Ana

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