Fragmento G en la cara oculta de Júpiter |
Ultimos episodios que suponen un increscendo dentro de lo que parece ser un aumento en la voz para los oidos sordos de la humanidad. Es como un aumento en el volumen de la llamada a la humanidad.
Conforme a la visión naturalista, sólo hay fenómenos, no existe significado de los fenómenos. Esto es lo que va a cambiar. Los fenómenos son comunicación, siempre lo han sido, pero en los últimos siglos, se ha silenciado su función de mensaje. Ciencia y sólo ciencia ante ellos. Esto no es más que el sistema del avestruz que oculta su cabeza en tierra, en materia, para no ver, para disfrutar unos segundos más de la idea confortable de que no ocurre nada, que no hay ninguna amenaza, que se la puede alejar con sólo no mirarla.
Los meteoritos han dejado de ser un fenómeno exótico, asunto de astrónomos y curiosos excéntricos sobre el espacio, para entrar en la agenda de la atención y la conciencia mundial. Podemos establecer la secuencia que parece seguir un patrón didáctico inteligente:
Primero fue la hipótesis de un asteroide que habría provocado la extinción de los dinosaurios, esto durante décadas, y hace un mes ha quedado ya científicamente demostrada. En los años 90 se captó por primera vez el choque de un asteroide enorme contra Júpiter (Shoemaker-Levy), dandole el nombre de un geólogo que por primera vez defendió que los cráteres de la luna y de la tierra, como el de Arizona, no eran restos de volcanes, sino impactos de asteroides. Lo tomaron por loco y diletante los astrónomos (qué sabría un geólogo de lo que ocurre en el espacio). Luego se descubrió que en realidad el planeta Júpiter actúa de inmenso escudo que hace rebotar los meteoritos, que sin este planeta nunca hubiéramos podido existir. Se descubrió la inmensa nube de Oort llena de meteoritos disparados hacia nuestra región estelar. Y en esta última semana a sólo unos días del impacto y paso récord de meteoritos, se descubre un nuevo cometa que viene a nuestro sistema solar al que en casi un año podremos ver sin telescopios ni prismáticos porque el sol lo reventará, haciendose visible con el tamaño de la luna llena.
Nuestra cultura humana se ha decidido por el modelo de Prometeo, por más que ha mordido el polvo una y otra vez; de nuevo cada generación vuelve a lo mismo en cuanto pasan unos años de la anterior catástrofe. Tras la segunda guerra mundial entramos en una fase humilde y sencilla, pero vinieron nuevas generaciones que no experimentaron la guerra, se produjo el desarrollo económico y tecnológico de todos conocido. Y el universo que pretendemos alcanzar, colonizar, se vuelve contra nosotros. Lo hace con el sistema divino: primero los avisos, la espera de respuesta, ante la ausencia de arrepentimiento, increscendo en los avisos, durante años sólo auditivos, aviso de catástrofes tanto en apariciones, como en conciencias despiertas no cristianas (para que los que oyen no esquiven los avisos por venir de la Iglesia) y como sigue la respuesta sempiterna de que solo hay fenómenos y no significados, entra en escena la concreción material de la amenaza, ya francamente visible, aunque esquivada de momento apelando al cálculo de probabilidades.
La combinación de los dos meteoritos es significativa: uno muy grande, visible, que no se puede hacer tangible porque destruiría y todavía no es tiempo, pero uno segundo actuando como una ametralladora en una zona concreta, evidenciando la tangibilidad de la amenaza pero a escala reducida. Ahora el Cielo se pone a la escucha para ver nuestra respuesta. Puede preverse que seguirá contumaz, en ese caso la amenaza ganará en tangibilidad, quizá dándose un margen de décadas. Primero visión lejana, ahora ya golpeando la superficie, andando el tiempo bamboleo del planeta.
El modelo de las plagas de Egipto está aquí, son los sellos apocalípticos, se van desplegando, la dureza de cerviz será doblegada.
Qué hemos de hacer, pues poner de nuevo en marcha la conciencia de los novísimos, poner todos los medios para volver a la senda de la relación buena con Dios. Los meteoritos avisan y antes de cribar la superficie terrestre permiten que los que vivían como si sólo hubiera materia, puedan reaprender lo obvio, Dios sigue aquí y espera que elevemos nuestros brazos a El antes de que sea demasiado tarde. Y si no somos capaces de hacerlo en nuestro propio bien, pensemos en nuestros hijos, nietos y descendientes y lo que les espera. Esto se nos viene encima en pocas décadas.
Creo todo lo que dicen esas profecías y es totalmente cierto, la bondad infinita de Dios ha esperado hasta cuando ya es imposible esperar más..
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