María de la Visitación era una religiosa dominica del convento de Lisboa que alcanzó fama de santidad en vida en la época dorada de la mística, siglo XVI, tan venida a menos después. Tal era su fama que resultó tema común de conversaciones en aquella época, siendo conocida en Roma y valorada por eminencias de la iglesia. Según se creía tenía impresas las llagas de Cristo. Fray Luis de León el gran literato del siglo de oro, consideró oportuno incluso escribir una obra biográfica sobre la monja.
Había algo extraño en todo aquello que no se suele reseñar y es que una mística auténtica suele ser perseguida, como ocurrió con San Juan de la cruz, Santa Teresa o San Juan Bautista de la Concepción, aunque normalmente el motivo de fondo es que se oponían órdenes religiosas al suponer afectados sus intereses terrenos por la acción de estos santos reformadores. No era el caso de la monja de Lisboa y quizá por eso hubo unanimidad en su favor hasta que... se pronunció sobre la legitimidad de la casa de Braganza para la monarquía lusitana, que estaba entonces desterrada en Londres al amparo de la mortal enemiga de Felipe II, la reina Isabel. Entonces comenzó el principio del fin para la monja de Lisboa, a manos del instrumento de la época que era la tan familiar inquisición.
No abundaremos en lugares comunes como decir lo malos que eran el rey español o la inquisición. Pero sí destacar puntos no tenidos en cuenta hasta ahora:
- Fray Luis de León escribió su biografía no como fruto de una fascinación, sino por su deseo de presentar una santidad contemporánea, porque entonces como hoy se creía que los santos eran cosa del pasado. Más que una biografía era un tratado de enseñanza moral y mística que ilustraba entre otros con pasajes biográficos de la que era considerada santa por todos, María de la Visitación; ella le servía como un recurso didáctico para enseñar que la santidad es actual, y la monja era presentada como una santa de "hoy".
- Es muy posible que la monja no fuera totalmente falsaria, de hecho tuvo unos inicios muy devotos siguiendo el modelo de las grandes santas del desposorio místico con Jesús, como santa Angela de Foligno. Si bien durante la causa ante la inquisición se evidenció que las llagas supuestas estaban pintadas al desaparecer una vez sumergidas en agua y jabón, no es plausible que tanta gente que la visitó y la inspeccionó durante los años anteriores no pudiera darse cuenta de una burda falsificación, que además no incluía heridas incisas. ¿Cómo podía nadie creer en esos años anteriores en las llagas, no habiendo siquiera una mínima perforación o escariación de la piel? Eran ingenuos pero no tanto, que al fin y al cabo el ser humano lleva los mismos genes que santo Tomás. Lo más probable es que en cierto momento las señales de la acción divina se hubieran detenido y que a partir de ahí comenzara la falsificación para no contrariar la descomunal fama que se había producido en toda la catolicidad.
- La monja se salvó por poco de la hoguera, fue condenada a duras penitencias y finalmente fue perdonada porque lo llevó todo con total paciencia.
- Peor aún, aquel hecho fue usado en adelante en la enseñanza espiritual para católicos devotos y jerarquías diversas, como paradigma de la precaución que había que tener con estos hechos. Este paradigma ha llegado hasta nuestros días y se concreta en la decidida cuarentena que se opone a todo místico, aunque eventualmente en algún caso como en el del padre Pío se impone la verdad. Pero sigue en pie el martirio eclesial del místico, que es la otra cara de la moneda del paradigma de precaución.
Así, aquel caso y algunos más, en adelante, fundamentaron el rechazo a los místicos; las jerarquías y los católicos conspicuos devotos no querían ya más "hacer el ridículo", sin tener en cuenta que los profetas siempre llegan de manos de Dios y que los hay falsos naturalmente, pero que los hay de santidad interrupta y también fieles, pero es igual, los ponen a todos en el mismo saco.
Todavía hace pocos días, este redactor leía texto del apologeta de un santo por miembro de su propia orden, que rememoraba el episodio crédulo de fray Luis de León, como escarmiento preventivo para no hacer caso de los fenómenos extraordinarios. Además los santos místicos del siglo XVI, reformadores de órdenes, se referían a que los fenómenos místicos no debían buscarse en sí mismos y que no avalaban per se una santidad. De ahí se tomó el rábano por las hojas y se propuso durante estos cuatrocientos años como parte de un modelo de santidad "escarmentado", hacer caso omiso de los fenómenos y mucho más de sus portadores. Eso incluyó desde luego los fenómenos que después tendrían lugar con las apariciones marianas. Y se construyó la "persecución virtuosa". Así se forjó la espiritualidad sacrificial, sin manifestación, dado que ésta sería superflua para la santidad y eso vendría avalado por las precauciones recomendadas por los mismos místicos. Y de la espiritualidad sacrificial emergió ya en el siglo XX, el militantismo como eje del ser y función de la iglesia, dedicado a luchar contra los enemigos sociales de la fe. A partir de ahí, siempre con la evitación de la manifestación desde el Cielo que no fuera la absolutamente interior y personal o la de la mística obediencial, la iglesia se hizo presidir por la racionalidad, eso sí pastoral. Luego ese militantismo que fuera característico de los inicios del siglo XX y que daría lugar a la acción social de la iglesia, evitando toda enseñanza "externa" por el Cielo, conduciría al mimetismo con el mundo, a los hechos de armas, a la evacuación de lo sagrado y a la construcción de nuevas agrupaciones -ya que no órdenes con fundadores designados por el Cielo- que seguían con el esquema militante, sacrificial, de tortura pelagiana para sus integrantes. Agrupaciones que desde luego mantienen y exhiben el viejo estupendismo antimístico, aunque se proclamen ser fruto de la renovación eclesial.
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