En este marco de apoteosis se sitúa la llamada visión de George Washington que habría tenido lugar estando acampado con su ejército en condiciones críticas, asediado por los británicos, en el invierno de 1777-78. Nada trascendió en aquel momento desde su persona o entorno, pero sí décadas después apareció la narración en un diario norteamericano, el National Tribune en 1859, por un veterano soldado que habría oido referir la historia directamente del propio Washington a su gente. La narración fue republicada varias veces, en 1880,1931 y 1950. La calidad literaria del relato, imposible para el que tenía que ser muy anciano exsoldado, hace pensar en un escritor profesional, y en un esfuerzo más para una propaganda de moralización patria retomada varias veces.
Verdad o construcción propagandística, el hecho es coherente con una voluntad de divinizar o santificar a Washington, patente en el monumento y en el fresco del Capitolio que lo muestra como un Zeus nacional, y en los gráficos que lo muestran orante. Y todo eso conviviendo en paralelo con una iconografía que recrea la dignidad masónica de Washington.
(Washington Zeus en la cúpula interna del Capitolio)
(Imagen antes en el Capitolio hoy relegada a un museo)
He aquí el relato de la supuesta visión:
“... mientras estaba sentado en esta mesa ocupado en la preparación de un mensaje, algo en el apartamento, pareció inquietarme. Mirando hacia arriba, contemplé de pie frente a mí a un ser de una singular belleza. Tan asombrado estaba yo, porque había dado órdenes estrictas de no ser molestado, que pasaron unos momentos antes de encontrar palabras para preguntar la causa de la visita. Le repito mi pregunta, una segunda, una tercera, e incluso una cuarta vez, pero no recibo ninguna respuesta de mi misterioso visitante, salvo una leve elevación de ojos.”
“... mientras estaba sentado en esta mesa ocupado en la preparación de un mensaje, algo en el apartamento, pareció inquietarme. Mirando hacia arriba, contemplé de pie frente a mí a un ser de una singular belleza. Tan asombrado estaba yo, porque había dado órdenes estrictas de no ser molestado, que pasaron unos momentos antes de encontrar palabras para preguntar la causa de la visita. Le repito mi pregunta, una segunda, una tercera, e incluso una cuarta vez, pero no recibo ninguna respuesta de mi misterioso visitante, salvo una leve elevación de ojos.”
“En ese momento sentí
extrañas sensaciones difundiéndose a través de mí. Me hubiera levantado, pero la mirada clavada del ser delante de mí hacía inactiva a
la voluntad. Traté de hablar una
vez más, pero mi lengua se había convertido
en inútil, como paralizada. Una nueva
influencia, misteriosa, potente,
e irresistible, se apoderó de mí. Todo lo que podía hacer era mirar sin apartar la vista, con expresión ausente, a mi desconocido
visitante.”
”Poco a poco la atmósfera que me rodea parece llenarse de sensaciones, y creció
en iluminación. Todo acerca de mí parecía
enrarecerse, el misterioso visitante también se hacía más
etéreo y sin embargo aún más claro a la vista que antes. Empecé a sentir como si muriera, o más bien a experimentar
las sensaciones, que a veces yo he imaginado, que
acompañan a la muerte. Yo no pensaba, no
razonaba, no me movía. Todas ellas parecían imposibles. Sólo
estaba consciente de mirar fijamente, con expresión ausente a mi compañero.”
”En ese momento oí una voz que decía: “Hijo de la República , mira y aprende”, al mismo tiempo que mi visitante extendió un brazo hacia el este. Ahora contemplo elevándose pliegue sobre pliegue a un denso vapor blanco a cierta distancia. Esto se disipó en forma gradual y observé una extraña escena…”
Washington, pasa a describir los tres “grandes peligros a sobrevenir a su país. Entonces luego él continúa:
”Instantáneamente una luz como de mil soles brilló desde arriba mío, y traspasó y rompió en fragmentos a la oscura nube que envolvía a América. En ese mismo momento el ángel sobre cuya cabeza todavía se mostraba la palabra UNIÓN, y quien llevaba la bandera nacional en una mano, y una espada en la otra, descendió de los cielos asistido por legiones de blancos espíritus.
Estos inmediatamente se unieron a los habitantes de América, a quienes percibí poco menos que abrumados, pero que inmediatamente tomaron valor, cerraron sus filas rotas y renovaron la batalla.” “Una vez más, entre el ruido temeroso del conflicto oí la voz misteriosa que decía: “Hijo de la República, mira y aprende.” Al cesar la voz, el misterioso ángel por última vez hecha mano del agua del océano y la roció sobre América. Al instante la nube oscura se revierte, junto con los ejércitos que habían traído, dejando victoriosos a los habitantes de la tierra.”
”Luego, una vez más, contemplé las aldeas, pueblos y ciudades surgiendo de donde yo los había visto antes, mientras el brillante ángel, plantando
el estandarte azul que había puesto en medio de ellos, exclamó con voz fuerte:
“Mientras las estrellas permanezcan, y el cielo siga haciendo descender el
rocío sobre la tierra, así
perdurará
la UNION.” Y tomando de su frente la corona en la que ostentaba la palabra “UNIÓN”, la
colocó sobre el estandarte, mientras que el pueblo, de rodillas, dijo “Amén”.”En ese momento oí una voz que decía: “Hijo de la República , mira y aprende”, al mismo tiempo que mi visitante extendió un brazo hacia el este. Ahora contemplo elevándose pliegue sobre pliegue a un denso vapor blanco a cierta distancia. Esto se disipó en forma gradual y observé una extraña escena…”
Washington, pasa a describir los tres “grandes peligros a sobrevenir a su país. Entonces luego él continúa:
”Instantáneamente una luz como de mil soles brilló desde arriba mío, y traspasó y rompió en fragmentos a la oscura nube que envolvía a América. En ese mismo momento el ángel sobre cuya cabeza todavía se mostraba la palabra UNIÓN, y quien llevaba la bandera nacional en una mano, y una espada en la otra, descendió de los cielos asistido por legiones de blancos espíritus.
Estos inmediatamente se unieron a los habitantes de América, a quienes percibí poco menos que abrumados, pero que inmediatamente tomaron valor, cerraron sus filas rotas y renovaron la batalla.” “Una vez más, entre el ruido temeroso del conflicto oí la voz misteriosa que decía: “Hijo de la República, mira y aprende.” Al cesar la voz, el misterioso ángel por última vez hecha mano del agua del océano y la roció sobre América. Al instante la nube oscura se revierte, junto con los ejércitos que habían traído, dejando victoriosos a los habitantes de la tierra.”
La escena al instante comenzó a desvanecerse y disolverse, y yo, finalmente no vi nada más que el vapor ondeante elevándose que había contemplado al principio. Esto también desapareció, y me encontré una vez más, contemplando al misterioso visitante, que, con la misma voz que había oído antes, dijo, “Hijo de la República , lo que hemos visto es así interpretado: tres grandes peligros vendrán sobre la República. El más terrible para ella es el tercero. Pero todo el mundo unido no prevalecerá en contra de ella.
Permitan que todos los niños de la República aprendan a vivir por su Dios, su tierra, y por la UNIÓN ” Con estas palabras la visión desapareció, y comencé desde mi asiento y sentí que había visto una visión en donde se me había mostrado el nacimiento, el progreso, y el destino de los Estados Unidos.” “Esto, mis amigos”, concluyó el venerable narrador fueron las palabras que oí de los propios labios de Washington, y América haría bien en beneficiarse de ellas.."
Del conjunto iconográfico sumado a la arquitectura del imperio naciente, se desvela el origen y ordenamiento masónico de los EE.UU., aunque esto no es óbice para que el mismo Washington reconociera al fin de sus días no haber pisado una logia en 37 años, y sí asistiera a los servicios anglicanos, pero teniendo en el lecho de su muerte la asistencia de un sacerdote jesuita, orden con la que se había formado en sus años jóvenes.
Los masones de la época eran un grupo minoritario pero muy influyente, nada menos un tercio de los firmantes de la Constitución americana eran masones. Pretendían levantar una nueva nación completamente distinta a las existentes pero tomando como modelo a Roma en la organización y a Egipto en la mística, y teniendo también un modelo críptico neomesiánico hebreo. La vuelta de los antiguos dioses se habia iniciado en el renacimiento como curiosidad y cristalizó en la creación de una nueva tierra prometida. Washington habría sido el nuevo mesías, que condujo a un nuevo pueblo y triunfó por las armas, como siempre habían soñado los judíos. Fue la manera tardía de conquistar Roma y a la vez resucitar su cadáver.
La intervención de espíritus no humanos es patente en todo el proceso, no tanto por las evidencias siempre etéreas en el plano material, como por la evolución del pueblo americano, convertido en el evangelizador de la democracia, y en el divinizador del hombre, su razón, su ciencia, pero sobre todo en el difusor del gran paganismo, que era el que tenía que revivir y con mucho mayor poder que el de Roma.
Los egipcios aportaban su mística que era representar los cielos estrellados (visión materialista del cielo) mediante las construcciones de la tierra, haciendo de éstas como una especie de puerta hacia el más allá (de nuevo materialista). Esto se aprecia en la geografía arquitectónica de la ciudad de Washington, y en la proliferación de obeliscos, así como en la pirámide inserta en los billetes de dólar y en la inveterada estima masónica de los misterios egipcios. Pero es sobre todo gracias al cine americano, y en especial el de ciencia ficción, el que promueve esa mística de falsa devolución celeste, falsa ascensión, en la que hoy cree muchísima gente; redención imposible porque se pretende al margen de la purificación del pecado y del gran liberador Cristo.
El conjunto resulta una inmensa parodia híbridando la concepción mesiánica judía no cristiana, la canalización cósmica egipcia y el pragmatismo de Roma, su civilización y su panteón de divinidades. El paganismo colosal se extendió mediante Hollywood, la síntesis burlona de contrarios con una búsqueda de la paz mediante la guerra incesante, la ciencia erigida como prueba de la nueva deidad del hombre, al que se le prometió ser como dios y aquél lo aceptó en términos de colectivo. Culturalmente una obra vastísima no declaradamente enemiga del cristianismo, pero sí de facto por la neblina de extrañamiento generado y domesticación patria de lo católico, autorizado como elemento adicional en el gran mosaico (de ahí que el catolicismo norteamericano se vea tan insulso) y que la iglesia católica norteamericana haya respondido al pacto de pragmatismo y convivencia ofrecido por su estado nacional reeditor colosal de la pagana Roma sin constituir signo de contradicción siquiera un mínimo. Sería en el estado vecino de México donde el imperio para los demás y la república para los suyos, haría su guerra a los católicos.
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