Tres causas se atribuyen normalmente a todo acontecimiento: una primera es la no-causa, es decir el azar, en la que nada significa nada, la segunda es la causalidad material y de justicia humana empírica, donde se sustancian los causantes de daños a los humanos o a sus bienes, la tercera es la sobrenatural en la que nos fijaremos aquí.
La fiesta Halloween del Madrid Arena en la que murieron aplastadas 4 adolescentes contiene estos elementos: era una fiesta orgiástica de celebración de los muertos con ninguna diferencia sustancial respecto de las celebraciones paganas de la antigüedad, sólo que ahora, en la era del conocimiento cristiano ya no tiene la excusa de la ignorancia.
Tal celebración satánica de los muertos exige víctimas, vivos que se vayan con los muertos, esto no ocurrirá en todos los sitios ni morirán más que algunos elegidos, pero lo son para que los demás escarmienten en cabeza ajena, para implantar cordura por el terror, que no es sino el terror que causa el paso de los habitantes del hades, al que los jóvenes celebraban sin saberlo en lo que creían una fiesta más.
Las chicas muertas han sido elegidas para ese escarmiento, y ello no significa que sean en nada peores que los demás asistentes.
Como dijo Jesús a los judíos refiriéndose a un accidente de su tiempo en el que una torre cayó y mató a cuarenta: los que murieron no lo fueron por ser más pecadores, sino que todos somos pecadores.
Los jóvenes, las familias, la sociedad entera hará una evaluación de lo ocurrido, querrán escarmiento material en los efectivamente culpables, pero han de hacer una lectura superior: la paga del pecado es la muerte, las utopías del gozo enmascaran a los príncipes de la muerte, y qué es lo que se está haciendo a los jóvenes al haberles dado toda licencia, conduciéndoles por omisión al matadero de una vida sin horizonte incluso si no mueren materialmente. Los mayores dejaron en triunfo a los nihilistas que predicaron toda licencia para el hedonismo, nihilistas que han vivido en todos los recintos, políticos, educativos, mediáticos y del espectáculo, también los enmascarados en el mundo eclesial.
Los padres de una de las jóvenes pertenecen al Opus dei. Su hija obviamente desatendió lo que era voluntad de sus padres en este caso conscientes por su formación católica de que se trata de iniciativas infernales, se dejó llevar de las malas amistades, y ellos son figura de todos los padres a los que les está pasando lo mismo, sin demasiada conciencia de que salvar a los hijos es prioridad de vida y muerte, y que sin perpetua vigilancia la muerte sobreviene. No que estos padres sean peores educadores que los demás, sino que han sido elegidos también para que los demás padres católicos sepan que no tienen nada asegurado y que deben vigilar mucho mejor, si no físicamente lo que sería imposible todo el tiempo, sino espiritualmente acudiendo a nuestros singulares funcionarios celestiales de la protección que son los ángeles. El lobo, el ave rapaz ronda esos rebaños que son los hijos.
Pueden castigar cuanto quieran a los culpables, pero todos debemos ir más allá, y no dar en saco roto las enseñanzas de este durísimo episodio, los propios jóvenes, los padres, los responsables sociales, los círculos católicos.
Vemos la muerte tristísima de aquí en cabeza ajena para que no hayamos de padecer la muerte del más allá, y las penas de los padres aquí para que los demás padres no hayan de padecer el tremendo castigo de una vida más allá de la muerte con una pena esencial, ver impotentes cuánto sufren los hijos que siguen en vida, y cómo se les puede causar a su vez pena eterna por no haber orado y sufrido por esos hijos hasta el extremo, siempre dentro de la sensatez divina.
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