Las fuerzas del infierno entran en marea en nuestro mundo, y uno de sus medios más eficaces para instalar la familiaridad con ellos es el cine. Naturalmente de una forma camuflada a través de héroes presentados positivamente. El cine desde luego tiene muchos valores técnicos y de entretenimiento, pero hay que referirse a su función propagadora del satanismo "positivo", donde el mal se camufla como ángel de luz, primero por los héroes del viejo cine, siempre en lucha con el mal, pero de condición inequívoca humana, y hoy día con el mismo procedimiento maniqueo de malos y buenos, pero donde los buenos y los malos son ya seres de otros mundos. Nos referiremos no al cine demoníaco franco, sino al demoníaco camuflado, que es el más genuinamente acorde con la ideología infernal.
Superman inició esta era, un alien, acogido por una familia humana, protector de los humanos, en escenarios reconocibles: ciudades americanas, criminales americanos; al principio era el ser de otro mundo, pero los malos eran de éste. Luego empezaron a aparecer los seres fantásticos del mal y proliferaron los supuestos héroes del bien. Los héroes son parodias de Cristo ocultas, lo que se deja ver en sólo contados fotogramas, pero en el fondo representan al mismo demonio, que quiere para sí el rol de Cristo, la admiración de los humanos, y apartarlos del Señor. Todopoderosos héroes, si bien tienen su parte vulnerable, su condición anónima y luchan a brazo partido o con rayos y truenos, venciendo siempre, y si mueren es para resucitar.
Spiderman, Batman proyectan sus sombras sobre los rascacielos, son ya francamente más siniestros que su antecesor, Superman. Los demonios clásicos andaban siempre sobre los tejados (el diablo en el tejado) pero eran enemigos de los humanos, buscando dañarles, destruirles, eso sí haciéndose amigos para mejor llevárselos consigo. Es esta funcion camuflada del siniestro enemigo del alma que no oculta su aspecto maléfico, pero consigue burlar a los humanos presentándose como presencia benéfica. Y todo ello sin necesidad argumental, al presentarse como ficción simple.
Las últimas décadas han ido viendo un increscendo en la familiaridad con los extraterrestres, terreno preparado por el cine y el cómic. Los aliens "buenos" han protagonizado films clásicos, como ET, y más adelante han ido incluyendo la promoción de clásicas doctrinas satánicas, como las aportadas por el hinduismo y el budismo (Guerra de las galaxias), dentro de historias perpetuas de lucha entre héroes y antidioses y de maestros ascendidos y una falsa moral; en películas como Avatar se ha alcanzado la modernización del chamanismo, redescubierto para el mundo y quitado su feo primitivismo gracias a la poesía audiovisual de gran producción cinematográfica. En Prometeus la parodia crística se va haciendo más evidente en contenidos blasfemos, con vírgenes que procrean sin intervención de varón.
Los públicos agotan las entradas en los cines, hace tiempo abandonaron la sana y sencilla verdad por las fábulas, lo que anuncara san Pablo hace ya tanto tiempo.
Cineastas como Riddley Scott, el de Prometeus pero también el de Blade Runner, son simples instrumentos de penetración demónica para la cultura de masas. El creador e ilustrador principal de lo cómics Marvel, que ha desatado la nueva marea demónica en el cine, Jack Kirby, era también un elegido, prácticamente hacía ilustración automática, ponía el lápiz en el papel y surgían los dibujos a velocidad asombrosa. De familia judía, enfermó y los rabinos consideraron que padecía infestación infernal y lo exorcizaron a su manera, curó y aunque no creyera en la verdad sobrenatural del asunto, quedó impresionado para siempre y proyectó un misticismo de fondo en las luchas entre el bien y el mal.
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