30.3.24

¿Hechos extraordinarios o milagros? Los casos de los padres Tardiff y Manjackal

 ¿Hechos extraordinarios o milagros? La verdad eclesial de la renovación carismática. Los casos, entre otros, de los padres Tardiff y Manjackal.

Se prodiga por doquier en internet biografía y alabanza hacia el canadiense padre Tardiff, (+1999) del que incluso parece haberse iniciado proceso de beatificación. Fue curado de enfermedad terminal por la imposición de manos de 5 personas, probablemente pentecostales, y eso también le ha ocurrido a otros sacerdotes como el hindú padre Manjackal, en su caso con un joven que le impuso las manos en el hospital, tras lo cual ambos scaerdotes se incorporaron arrolladoramente a la praxis de la llamada renovación carismática católica, de predicación y sanación.

El padre Tardiff había sido un gran promotor de obras apostólicas, de atención a enfermos y seminarios, por lo cual él mismo dijo que acabó enfermando a término. El hecho de su curación está constatado por los médicos del hospital en el que se encontraba, y eso es tan cierto como los milagros que se dan en Lourdes, nada que alegar ahí. Luego inició una carrera de varios años donde toda su energía la dedicó a la sanación también de enfermos terminales, y a la predicación y creación de grupos espirituales carismáticos por doquier.

Fue muy criticado en sus nuevos inicios el padre Tardiff, cuando no era nadie, hasta con vejaciones en los medios, pero eso se desacredita fácilmente por la verdad, digamos, también científica de las sanaciones operadas por su medio, si bien ello no significa milagros automáticamente, como luego veremos siguiendo a Santo Tomás de Aquino.

Sin embargo, la cuestión no acaba con la certificación del hecho extraordinario (que a primera vista material parece milagro), sino por constatación de la finalidad buena del mismo, lo que generalmente no se puede hacer de inmediato, aunque a primera vista se puede alegar que la curación carnal de alguien es hecho de por sí divino, máxime si lo hace un sacerdote. Debe estar garantizado que se trata de obra buena en primer lugar, pero eso no basta, sino también debe confirmarse su origen en Dios, porque las obras pueden ser buenas pero si son de criterio humano, (por alguien con poder o ayuda de alterar la ley fisiológica por medios no médicos), y no responden a voluntad divina devendrán en un mal espiritual. Por tanto, el criterio de discernimiento es el origen divino del hecho que aparece como milagro, no la dimensión extraordinaria del hecho de curación, que es imposible para la ciencia médica actual.

En concreto, los hechos que se tienen en superficie por milagros, pueden no tener su origen en Dios por más que rompan las leyes de funcionamiento corporal. Si se quiere forzar a Dios dando de lado  su consulta, entonces no es que El altere la propia ley natural, sino que puede dejar alterar las leyes naturales, por intervención de seres espirituales, que desde luego no van a ser los que sirven a Dios. Por eso nos advierte el Señor: "Que no se haga mi voluntad sino la Tuya".

Es posible que personas oren al Señor por una sanación, humanamente imposible, y que esas personas tengan la intención de llevar las pautas pentecostales a los católicos, y qué mejor que sacerdotes muy activos o al contrario muy dejados, y en punto de muerte, experimenten la curación total y con esa prueba y nuevo poder que tienen, mucho mayor que el de los pentecostales laicos de origen, vayan a seguir ya curados invocando al Señor para milagros que no responden al designio divino, como el que a ellos se les aplicó. Y eso considerando el caso más positivo aquel en el que Dios deja hacer por causa de la falta de respeto en querer obligarle en cosa tan santa. Pero la alternativa es peor, que la acción curativa (no milagro propiamente dicho) sea hecho por espíritus no al servicio divino por medios que para ellos son fáciles (salvado siempre que Dios les deje hacer), como es eliminar las bacterias que infectan, y no sólo eso sino restaurar los tejidos dañados con aportes orgánicos, en un modo claro está imposible para la ciencia médica actual.

 

Doctrina de Santo Tomás sobre milagros propiamente dichos y hechos extraordinarios

Esto es lo que propone Santo Tomás: “Toda criatura está comprendida dentro del orden que Dios estableció en las cosas. Luego, ninguna criatura puede obrar por encima de este orden, es decir, hacer milagros». Como consecuencia, debe sostenerse que: «cuanto se haga por el poder de cualquier criatura no puede llamarse milagro, aunque sea admirable para quien no comprende el poder de dicha criatura. Sin embargo, lo que se hace por el poder divino, que, como infinito, es incomprensible, es verdaderamente milagro».

De manera que: «cuando algún poder finito realiza el efecto propio a que está determinado, no hay milagro, aunque pueda maravillarse quien tal poder no comprenda, como se admiran los ignorantes de que el imán atraiga al hierro o de que un pez pequeño detenga una nave» (En Suma contra gentiles).

Se ha de tener en cuenta, sin embargo, que, cuando los ángeles o los demonios se valen de algunas cosas naturales para determinados efectos, úsanlos como ciertos instrumentos, tal como el médico se sirve de ciertas hierbas como  instrumentos para sanar».

La razón es porque: «del instrumento procede no sólo el efecto correspondiente a su poder, sino también el que es superior a ella, puesto que obra por el poder de agente principal, pues la sierra o el hacha no podrían hacer cosas como una cama si no obraran movidas por el arte para tal efecto», que posee quien las utiliza. De esta explicación se sigue que: «ciertos efectos más altos proceden de las mismas cosas naturales, cuando las substancias espirituales se sirven de ellas como de instrumentos».

Por consiguiente: «Aunque dichos efectos no puedan llamarse realmente milagros, pues proceden de causas naturales, respecto a nosotros son admirables por estos dos motivos: El primero, porque tales causas son aplicadas a sus propios efectos por las substancias (seres) espirituales de un modo desacostumbrado para nosotros. Saben utilizarlas, por tanto, como instrumentos mejor que el hombre. El segundo motivo es porque: «las causas naturales aplicadas a producir estos efectos reciben algo del poder de los seres espirituales de quienes son instrumentos». Estas causas naturales, que son causas agentes instrumentales, producen efectos desconocidos y admirables para el hombre, que manifiestan la inteligencia y el poder de los seres espirituales, que al moverlas son su causa agente principal”.

 

Qué consecuencia se sigue de la actuación por hechos extraordinarios que tomamos indebidamente por milagros en la praxis sanatoria espiritual.

Hay una gran diferencia con la finalidad de los milagros de Jesús y donde la curación del enfermo terminal o incluso la resurrección temporal, es obrada por potestad de Jesús y los hechos extraordinarios de las sanaciones pentecostales. Estas parecen ser un fin en sí mismo, se advierte en su enorme multiplicación que contrasta con la parquedad del Señor en ejecutar esos milagros de curación o de alimentación, de modo que en cuanto hay alboroto masivo porque le buscan por eso, se marcha a otro lugar. A menudo esos milagros casi que se los tienen que arrancar, por decirlo así, no se imparten a diestro y siniestro. Son milagros para afianzar la fe, no son a modo clínico, aunque la clínica pueda ayudar al constatar que son imposibles para la ciencia humana del momento.

Los milagros de Jesús sirven cualitativamente, un milagro para que crean los de su tiempo y sobre todo para los que vendríamos después que no íbamos a ver ningún milagro de esos en nuestra vida y sin embargo los creemos por el evangelio.

 

Un modo de iglesia de liderazgo como finalidad de los hechos extraordinarios de curación.

¿Qué ocurre tras el reguero de prodigios de curación o de desinfestación espiritual?, pues que se forman iglesias particulares, con cabezas particulares, precisamente las de los sanadores, y la formación de grupos de seguidores, que van a seguir las directrices de los líderes; no es éste el modo de la iglesia, no es una iglesia de líderes, seguidos humanamente por sus carismas exteriores, sino que la iglesia está basada en una jerarquía de varios carismas de ordenación que conocemos, no hay liderazgo permanente, y un obispo vendrá después de otro, un párroco será movido a otro lugar y el pastor será trasladado para que no se haga culto de él, o también para que se genere hastío.

Esto también se produce en los grupos que nacen desde unas apariciones marianas, más allá de su verdad, o del juicio eclesial, hay que examinar no sólo la verdad del vidente y sus palabras y hechos, sino qué es lo que hacen con una aparición los seguidores, si forman un grupo de liderazgo, con estricto criterio de admisión y prolongación de actos o palabras más allá de los mensajes originales, entonces ya tenemos el desvío. Todo ello por mucho que se autoproclamen como un calco en pequeño de la mismísima ortodoxia magna de la iglesia.

El caso de los grupos aparicionistas es sin embargo un poco distinto al de los pentecostales, aunque pueden tener el mismo fin, en aquél hay una diferencia entre la cronología de los apariciones y/o milagros y lo que los prolongadores en el tiempo pueden determinar por su cuenta, por ejemplo querer hacer un gran santuario cuando la Virgen puede haber pedido una capilla. En el caso pentecostal el problema está ya desde el principio, en el insuflamiento de poder proveniente de no se sabe qué fuente, y en la conversión a instrumentos del proyecto de iglesia de liderazgo, es decir, de la sumisión de lo sagrado al orden humano. Esta es la perpetua tentación para la iglesia desde sus orígenes, que determina la conexión entre todas las heterodoxias, aunque tengan formas o fundaciones muy diversas.

Es sabido que en el origen de la renovación carismática católica el origen es el de unos jóvenes católicos procedentes de la exportación española de los cursillos de cristiandad a USA, universitarios inmersos en la cultura pragmática norteamericana, que buscaron mayor eficacia justamente en el modelo de sanación pentecostal de calle, que leyeron en un bestseller, y fueron a pedir el bautismo en el espíritu a un grupo interdenominacional liderado por una señora episcopaliana, quien dejó testimonio de que tenía previa conciencia de que el Espíritu (¿qué espíritu?) quería actuar entre los católicos.

Toda esta verdad que exponemos no quiere dejar de tener una mirada compasiva hacia los cientos de miles de seguidores de los distintos líderes sanadores carismáticos, que siguen desde la verdad de curaciones de tan distintos órdenes, no sólo de enfermedad física sino también moral, pero que es una pena que habiendo entrado en las primeras moradas del Señor, queden detenidos por los primeros muros en el recorrido, y ya luego les sea impedido subir más arriba, quedando detenidos en su progresión hacia el Señor y María. Que sepan aquello que saben los católicos de siglos pasados, que a Jesús ha de llegarse por María, y que si quieren llegar al Espíritu Santo lo hagan sin dejar a Jesús a un lado. Tendrán por su bien que retroceder y hacer de nuevo el camino con la Señora hasta Jesús, y con ambos hasta el Espíritu Santo, saliendo de las alambradas y guardianes armados que los retienen.

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