Diferentes revelaciones y escritos proféticos han anunciado un momento crítico para la Iglesia Católica, señalando el fin de la sucesión de Papas o la transformación radical de la institución. Entre ellos destacan dos vinculadas a las apariciones marianas de Garabandal (Santander), los anuncios de Umbe (Vizcaya) y la controvertida Profecía de Malaquías. Cada fuente presenta rasgos propios, pero converge en la idea de que, tras un número determinado de pontífices, se llega a un desenlace final, alcanzando una simultaneidad cronológica.
Garabandal: Conchita y los cuatro papas
Coincidiendo con la muerte de Juan XXIII, en la aldea cántabra de San Sebastián de Garabandal, una de las niñas videntes, Conchita González, todavía siendo muy niña, habló de sólo “cuatro Papas” restantes que vendrían después del Papa Juan, aunque uno de ellos no sería “contado” por su corta duración. Llamativamente, Conchita mencionó la celebración de un “sínodo especial”, pese a que entonces sólo muy especialistas tenían conocimiento de ese término, y lo hizo en pleno tiempo del Concilio Vaticano II (1962–1965).
Según los mensajes, tras esos cuatro pontífices, sobrevendrían fenómenos como el “Aviso”, el “Milagro” y un posible “Castigo”. Quienes sostienen la autenticidad de Garabandal insisten en que las niñas, especialmente Conchita, no podían haber elaborado una narrativa tan compleja a tan temprana edad sin una intervención sobrenatural.
Umbe: Dos Papas antes de un Oscurecimiento
Otra aparición mariana, esta vez en Umbe (Vizcaya), también aludió a la sucesión de pontífices y a una época de gran confusión. Según los mensajes atribuidos a la Virgen en 1971:
“Dentro de 30 años, a principio del siglo, se formará una
niebla que no os veréis los unos a los otros. No os servirá ninguna luz. Durará
todo el tiempo que haga falta.
En el período de tiempo que falta hasta entonces cambiarán dos Papas.”
Este anuncio hablaba por tanto de solo dos Papas que reinarían entre 1971 y principios del siglo XXI, después de lo cual llegaría una suerte de oscuridad generalizada. No contraría lo de Garabandal pues la referencia es a dos papas a partir del reinante (Pablo VI) y hasta el inicio del siguiente siglo y lo que puede interpretarse con la metáfora de la niebla como un clima de confusión, sin saber la gente a qué atenerse.
La Profecía de Malaquías: Un Origen Dudoso con Coincidencias Misteriosas
La llamada “Profecía de Malaquías” consiste en una lista de breves lemas adjudicados a cada Papa desde la Edad Media hasta un supuesto “último pontífice” llamado “Pedro el Romano”. Pese a que se atribuye al obispo irlandés san Malaquías (siglo XII), numerosos expertos sostienen que el texto fue redactado hacia 1590 con fines meramente políticos: influir en la elección del sucesor de Urbano VII.
En 1669, el jesuita Claude-François Menestrier publicó la obra Refutación de las profecías, falsamente atribuidas a san Malaquías, sobre la elección de los papas, explicando cómo, mediante el lema “Ex antiquitate urbis” (“De la ciudad antigua”), se pretendía promover la candidatura del cardenal Girolamo Simoncelli, natural de Orvieto (Urbs Vetus). Al no ser elegido (el cónclave se decantó por Niccolò Sfondrati con el nombre de Gregorio XIV), quedaría desenmascarado el carácter engañoso del documento. Pero las palabras del sumo sacerdote Caifás recogidas en el Evangelio de san Juan (Jn 11,50) —“conviene que un hombre muera por el pueblo”— ilustran cómo una declaración política puede adquirir un sentido profético inesperado. De forma análoga, la Profecía de Malaquías, confeccionada para favorecer a un candidato al Papado en el siglo XVI, acabó proyectándose como un anuncio que muchos relacionan con eventos reales de la Iglesia a lo largo de la historia. Así, se la describe como una “involuntaria profecía”, cuyo cumplimiento aparente rebasa las intenciones originales de sus autores.
De acuerdo con una lectura literal de la Profecía de Malaquías, el “último Papa” sería “Pedro el Romano”, a quien se describe como guía de la Iglesia en medio de una gran tribulación o persecución. Sin embargo, intérpretes consideran que Pedro Romano se refiere al conjunto del magisterio bimilenario (ubi Petrus, ibi eclesia) y Francisco no encaja: No porta el nombre “Pedro” ni un lema asociado a “Pedro el Romano”. Falta la continuidad doctrinal, al introducir cambios considerados como un “evangelio distinto” haciendo referencia a la frase de San Pablo, lo cual choca con la noción de un Papa que cierra el ciclo con una ortodoxia incuestionable. Además, según diversas fuentes, su elección fue impulsada por cardenales con agendas reformistas, consolidando transformaciones que venían fraguándose tiempo atrás.
Y sólo por cronología, Francisco queda fuera de los cómputos de Garabandal y Umbe, así como de la lista de Malaquías, pues se le atribuye un papel de culminar un proceso de reforma destructiva.
El Fideísmo Papal y la Reforma Latente
Aun cuando Francisco no se ajuste a los cánones proféticos clásicos, su pontificado ha puesto en evidencia un fenómeno que algunos denominan “fideísmo papal”: el convencimiento de que la figura del Papa -por ocupar la Sede de Pedro- no puede desviarse de la verdad o que al menos hay que suspender el juicio indefinidamente. Históricamente, este asentimiento se veía como signo de la unidad católica; hoy, en cambio, para ciertos observadores, no revela verdadera obediencia, sino un acatamiento automático a la autoridad pontificia, independientemente de la dirección doctrinal, al margen de las evidentes distancias doctrinales con los papas anteriores, lo cual ya debiera ser sumamente revelador.
Según esta visión, las reformas destructivas en la Iglesia no comenzaron con Francisco, sino que se venían gestando desde hace décadas, con el auspicio de ciertos grupos considerados heterodoxos o rupturistas. Lo novedoso del actual pontificado es que da cauce oficial a esas propuestas, sin que se observe gran oposición por parte de la mayoría del episcopado o de los fieles.
Conclusión
La intersección de todos estos elementos -las visiones y apariciones de Garabandal y Umbe, la controvertida Profecía de Malaquías, y el pontificado de Francisco- plantea un panorama complejo y sumamente discutido. Por un lado, la historiografía ha puesto en entredicho la autenticidad de Malaquías desde el siglo XVII, subrayando su posible manipulación política, por otro, las revelaciones por medio de niñas y una aldeana, como las de Garabandal y Umbe, siguen siendo objeto de fe y estudio entre quienes consideran que, pese a cualquier controversia, encierran anuncios significativos para entender el presente de la Iglesia.
Francisco, en medio de este escenario, parece representar la transición definitiva hacia una Iglesia distinta, en la que el poder papal -y el fideísmo que lo rodea- permiten la culminación sofisticada de reformas impensables en otras épocas.
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