27.6.25

Los varios sentidos del Aviso, Milagro y Castigo. Dado a un sacerdote.

(Carta a un sacerdote sobre los varios sentidos del Aviso, Milagro y Castigo, que le envió una vidente, ambos ya fallecidos)

Sabe, Padre, que cuando los sacerdotes comienzan a dar la Santa Comunión a los fieles la Santísima Virgen se arrodilla con las manos juntitas, los ojitos cerrados y un poquito inclinada la cabecita hacia el pecho? ¿y que está así hasta que el Sacerdote vuelve al Altar?

Padre, usted que es tan amado de la Madre de Dios y Madre nuestra, una su oración a la mía para la recristianización en España, sus tierras, sus islas, los que la habitamos y habitarán hasta la consumación de los siglos por intercesión de los Reyes Católicos de España, Isabel y Fernando y sus ángeles custodios.

Y a quien es la Reina de la Paz una su oración a la mía pidiéndole la paz para esta España donde Ella bajó en carne mortal a Zaragoza. 

Sobre los últimos tiempos, de los que se habla en los lugares de apariciones, para aquel que ha de morir hoy, las 24 horas de hoy son sus últimos tiempos.

Sobre el aviso que se anuncia en Garabandal, para el ojo humano que quiera ver, Dios está avisando constantemente a través de la naturaleza que hoy está en calma y mañana se despierta con tal fuerza que todo el poder del hombre se queda en nada.

Sobre el castigo que se anuncia en los lugares de apariciones, para el alma que anhela estar con su Creador eternamente, su mayor castigo es estar lejos de El.

Sobre el milagro, qué mayor milagro que el continuar en este valle de lágrimas caminando con la Madre de Dios de la mano, como lo hizo con su Divino Hijo, cuando era pequeñito, siempre atenta para que no caigamos y si caemos rápidamente nos levanta con el Amor que sólo la Madre de todas las madres tiene por cada uno de nosotros, qué mayor milagro que tener por Madre a la Madre de Dios a nuestro lado, siempre que esté atenta a sus palabras, siempre.

Qué mayor milagro que saber que Cristo está en las especies sacramentales y que está tan atento a sus palabras (del sacerdote) que en cuanto lo pide El baja y deja su Corazón en la Sagrada Forma y su Sangre Divina de sus llagas santas cae en el cáliz sagrado. ¿Hay mayor milagro que el de que un hombre tenga el poder de mandar a todo un Dios? ¿y que El le obedezca? Por muchos milagros que los hombres hagan en el mundo, nadie, absolutamente nadie tiene ni tendrá poder semejante al de los sacerdotes, que sin dejar de ser hombres tienen un Don tan especial que por eso se llama Orden sacerdotal.

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