24.8.25

Profetas falsos, como Madre Shipton

¿Te imaginas que alguien hubiera escrito hace cientos de años lo que está pasando hoy? ¿Que hubiera hablado de trenes, aviones, guerras o incluso del fin del mundo? Eso es lo que muchos creyeron sobre Mother Shipton, una mujer misteriosa de Inglaterra a la que llamaban "la gran profetisa".

Mother Shipton, cuyo nombre real habría sido Ursula Southeil, es una figura legendaria del folclore inglés nacida supuestamente en 1488 en Knaresborough, Yorkshire. Según la leyenda, nació en una cueva durante una tormenta, hija de una joven madre soltera, y desde pequeña mostró habilidades sobrenaturales.

Se decía que tenía una apariencia extraña: nariz torcida, espalda encorvada y ojos saltones. Con el tiempo, fue considerada una profetisa capaz de ver el futuro, y su fama creció con la publicación de sus supuestas profecías en panfletos del siglo XVII, muchos de ellos escritos mucho después de su muerte, probablemente en 1561.

No se sabe con certeza si realmente existió Madre Shipton, pero sus supuestas predicciones viajaron de mano en mano desde el siglo XVII. Se imprimían en pequeños papeles que la gente leía con asombro. Decían que ella había anunciado cosas increíbles: la caída de reyes, batallas perdidas, castigos divinos. Y lo más impactante es que esos hechos… ya habían ocurrido. ¿Cómo podía haberlo sabido?

Durante una guerra muy importante en Inglaterra, tanto los que apoyaban al rey como los que estaban en contra decían que Shipton había predicho lo que estaba pasando. Cada uno interpretaba sus palabras a su favor. Sus profecías eran como espejos mágicos: cada quien veía en ellas lo que quería ver.

Pero lo más sorprendente ocurrió siglos después, en 1862. Un editor llamado Charles Hindley publicó una nueva profecía de Mother Shipton que nadie había visto antes. Decía algo escalofriante: el mundo se acabaría en 1881.

La noticia se esparció como fuego. Miles de personas se asustaron. Algunos dejaron sus casas, otros pasaron la noche rezando, esperando que el cielo no se cayera. El miedo se mezclaba con una especie de emoción extraña: ¿y si fuera verdad? ¿Y si alguien, hacía tanto tiempo, realmente lo hubiera visto venir?

Además, empezaron a decir que ella había predicho los trenes, los barcos de hierro, el telégrafo, los aviones... como si hubiese espiado el futuro desde su cueva. Era como leer un cuento de magia que, poco a poco, se volvía real.

En realidad, muchas de esas profecías no eran tan mágicas como parecían. Se reescribían, se inventaban, se usaban para contar el presente como si ya estuviera escrito desde antes. Pero eso no quitaba la emoción. Porque en un mundo tan cambiante, pensar que alguien ya lo sabía todo hacía que el miedo fuera más soportable. Daba consuelo. Como si todo, incluso el fin, tuviera un sentido.

Al final, las profecías como las de Mother Shipton eran más que palabras misteriosas. Eran historias que tocaban el corazón, que nos hacían sentir que el tiempo está conectado, que nada ocurre por casualidad. Historias que, aunque fueran mentira, lograban algo muy real: hacernos creer, aunque fuera por un momento, que el futuro ya nos estaba esperando.

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